Por Israel Pedroza*
Maquillarse, escuchar música y bailar puede parecer algo que no tiene mucha relevancia para un hombre del colectivo LGTBI, aunque si es de Marruecos, es un terrible camino.
Así era la vida de Ángel Paz, un joven procedente de una pequeña ciudad de Marruecos que desde que se acuerda, ha sentido atracción por los hombres. Proviene de una familia de 9 hermanas y 8 hermanos. Él es el menor.
Desde su adolescencia sintió maltrato y rechazo por sus hermanas, quienes le decían que “no sería un hombre verdadero sino una mujer”. Sólo una persona le entendía en silencio y le protegía.
“Mi madre siempre lo supo, ella comprendía mis actitudes y me protegía de los comentarios que hacían mis hermanos”.
Cuando Ángel cumplió 14 años, aseveró su atracción hacia los hombres enamorándose por primera vez. Era un chico llamado Yusef.
“Aún recuerdo esas historias divertidas porque nos manteníamos en contacto a través de los recados que se hacían entre nuestras familias. Siempre uno de los dos quería hacerlos y poder encontrarnos en mi casa o en la de él”.
Sin embargo, los maltratos verbales siempre estaban a la orden del día por parte de la familia de Ángel. Incluso, llegó a dudar de sí mismo y cuestionar su vida.
“Recuerdo que en la soledad decía: Dios, por qué no me gustan las mujeres. Por qué no me has hecho normal. ¿Será que tengo estrógeno de más?”
Sin embargo, las constantes agresiones y los reiterados cuestionamientos que se hacía, llegaron al punto de cometer actos muy atroces.
“Cuando tenía 16 años, compré un veneno para matar ratas. Me fui a mi casa y me lo tomé. Tras encontrarme casi sin signos vitales, mis hermanos me llevaron al servicio de salud y estuve cerca de quince días recluido”.
Ángel no lo tenía fácil en esos 15 días, no solo por su salud física, sino por la emocional. Tras recuperar su conciencia, el psicólogo de manera rutinaria, decidió conversar con él.
“Cuando el psicólogo me preguntó las razones de por qué intenté suicidarme, aún estaba en cama y con los labios temblando le dije que me quería quitar la vida porque era gay. Cogí las sábanas con la misma fuerza y valentía con la que hablé”.
El psicólogo, casi cómplice, le comentó que no debía decirle a nadie sobre su orientación sexual para evitar que fuera a la cárcel.
En Marruecos, desde noviembre de 1962 se criminaliza la homosexualidad, y el artículo 489 del código penal lo indica de manera específica que está castigado con el encarcelamiento de seis meses a tres años y con una multa de hasta unos 1000 Dirhams (aproximadamente 100 euros), a menos que el hecho constituya una acción más grave, cualquiera que cometa un acto impúdico o contra natura con un individuo de su sexo.
Cuando pasó un año, con todas las dificultades que vivió Ángel, nuevamente intentó quitarse la vida de la misma manera como lo hizo la primera vez. Sin embargo, su hermana le indujo el vómito y no logró su objetivo.
“A los 18 años me fui al Rabat para emprender mis estudios en economía. Ya las personas comenzaban a sospechar que yo era gay. En ese momento llegué a escuchar que todo el que estuviese a mi lado era porque se acostaba conmigo. Aun así, a pesar de estudiar lo que quería, no era del todo feliz porque me invadía la soledad”.
Cuando Ángel tomó las vacaciones académicas, se fue a su casa y su hermana le enfrentó sobre su orientación sexual.
“Recuerdo que estaba recostado en mi habitación y mi hermana me dijo que tenía que morir porque era gay. En ese instante fui a la farmacia y compré otro veneno. Estuve otros 15 días hospitalizado”.
En esa oportunidad se encontró de nuevo con el psicólogo que una vez le atendió. Este le recetó unos medicamentos muy fuertes para la depresión pero tuvo que dejarlos porque impedía el libre desenvolvimiento de su vida.
Pasado un año, Ángel decidió conformar una empresa con su familia. Es por esto que se vió obligado a dejar sus estudios para dedicarse completamente a ella. Inclusive, le dio empleo a uno de sus hermanos.
Años más tarde, el hermano que trabajaba con Ángel se enteró por comentarios de los vecinos, que él mantenía relaciones con un hombre. Estos rumores lo llenaron de mucha ira.
“Eran las 11 de la mañana de aquel martes. Estaba de espaldas a la puerta y escuché un ruido pero no le presté mucha atención. A los segundos sólo alcancé de ver a mi hermano con un cuchillo en la mano y diciéndome que sabía que yo era gay. no me dio tiempo de nada. me apuñaló en el costado”.
Con el pulmón izquierdo perforado, se dirigió al servicio médico y fue atendido. Él dijo que había sido su hermano pero no acudió a la policía porque su hermana le comentó que encubriera el hecho, ya que si decía la verdad, Ángel podía ir preso.
“Si hubiera dicho que mi hermano me apuñaló porque se enteró que yo era gay, pudo estar preso 10 años y yo 3. Tuvimos que acordar que fue por problemas laborales. Él estuvo preso un año por ese motivo. En Marruecos es tan inexplicable que si un policía consigue a dos chicos que pertenecen al colectivo LGTB, en el informe, ellos colocan que encontraron a dos mujeres en conflicto”.
El padre de Ángel nunca creyó el hecho de que su hijo fuera gay. Su madre sospechaba, pero siempre le defendió ante toda la familia por lo destacado que había sido. Al morir ellos, Él se sintió desprotegido.
“Como no vivía con mi madre, le pedí muchas veces a Dios que ella no muriera de noche. Un día cuando le visité porque estaba muy enferma, murió. Se me vino el mundo abajo. Pensé hasta en saltar por la ventana”.
Por todos los hechos que se suscitaron, en el 2009, Ángel decidió mudarse a otra ciudad y manejaba la empresa que había conformado con la familia, de manera telefónica. En esa mudanza conoció un chico con el que mantuvo una relación hasta el 2013.
Un año más tarde, sus hermanos le pidieron que volviese a casa, ellos prometieron que no iban a maltratar a Ángel. La idea del encuentro era limar cualquier tipo de asperezas y llevar una sana convivencia.
“Accedí a la petición de mis hermanas, y me fui con mi novio. Sin embargo, me pusieron una condición: me obligaron a casarme. Uno de mis hermanos me dijo: si tienes todo, ¿por qué no te casas?”.
En ese mismo instante, le buscaron una prometida. Tenía 15 años apenas. Él accedió a casarse pero con un sentimiento de culpa que iba pesando con los días. Ángel iba acompañado de su novio con la excusa de ser su chófer.
“Cuando estábamos ella y yo a solas, sentía pánico. Debí enseñarle el papel de una mujer en el matrimonio. Fue una responsabilidad inmensa para mi, aunque conté con el apoyo de mi novio. Él es bisexual y me entendió mucho”.
Para Ángel, las cosas no pintaban bien por el simple hecho de participar en un acto que carecía de su pleno consentimiento. Aunque lo hizo por complacer a sus hermanas, no se sentía agradable por conformar el matrimonio con una mujer.
“Recuerdo que le llegué a negar el hecho de mantener intimidad como una pareja de recién casados porque ella tenía la menstruación. Una vez tuve que vendar sus ojos con la excusa de que no debía ver ella lo que le iba a hacer y mientras tenía relaciones con ella, mi chico estaba en la habitación desnudo para yo verle”.
Las costumbres y tradiciones en Marruecos permiten que las familias e incluso el marido soliciten a la mujer una prueba de su virginidad. Ángel mostró las sábanas a su familia como constancia de haber consumado el matrimonio. De esta manera recibió las felicitaciones correspondientes.
Al vivir juntos, Ángel le tuvo que explicar a su esposa que el chófer (Su novio) debía quedarse en la casa porque no tenía dónde dormir.
“Tuve que inventar que mi chico no tenía hogar para que ella no sospechara nada. Con el tiempo, tuve que reprocharle todas las cosas para mi esposa que se mantuviera alejada. Hubo momentos donde le decía con mucha pena que no servía como compañera para que ella se saliera de la habitación y yo poder compartir la intimidad con el hombre que amo”.
El tiempo transcurría para este matrimonio forzado en Marruecos y tenía que enfrentar un nuevo reto. Eran las peticiones de su familia que cada vez fueron más exigentes. Justo a los 6 meses, los hermanos de Ángel conversaron con su esposa para saber cuándo tenían un bebé.
“Le preguntaron a mi esposa cuándo iba a salir embarazada y ella les dijo que no dormía conmigo, que le rechazaba continuamente y que todo lo hacía con el chófer. Les contó que una vez nos descubrió juntos durmiendo y besándonos. Era cierto”.
Aquel hermano que le propinó una puñalada, fue a por él nuevamente y trató de seguir sus pasos para encontrarle y matarle. En ese momento cuando se enteró, Ángel se divorció de su esposa y se fue de la casa con su chófer sin rumbo. Fueron a un pueblo y allí se establecieron. Intentaron hacer un espacio para compartir pero las cosas se complicaron cada vez más.
“Recibí una llamada de mi hermana diciendo que le habían contado todo a la policía. le dijeron que era gay y que estaba enamorado de un chico. Me llegaron a citar en la comisaría y nunca asistí porque sabía a lo que me iba a enfrentar. Hasta tuve que alquilar una habitación en un prostíbulo para que no me ubicaran”.
El tiempo pasaba y el hermano de Ángel cada vez más se acercaba a donde estaba. En el 2018 recibió una llamada de su hermana que le alertó de lo que podría pasar.
“En cuanto mi hermana me llamó, no tuve más opciones y tome algunas cosas personales y me fui a Larache. Me subí a una patera por temor a que me detuvieran en el aeropuerto”.
Seguro habrás leído esta historia hasta estas líneas con la duda del nombre de Ángel siendo de Marruecos. Todo tiene una explicación. A pesar de ser ficticio, le sirvió para huir de su país y salvar su vida.
“Cuando la policía española me detuvo, le dije que me perseguían porque era gay. No me lo creían y le mostré un perfil de Facebook que utilizaba frecuentemente para ligar y el nombre que usé era Ángel Paz. Me soltaron y me remitieron a solicitar protección internacional”.
Ángel estuvo 5 meses en Algeciras y ahora se encuentra con CEAR, quien le acompaña en su solicitud de protección internacional, mientras comparte con nuestro grupo de socialización Ahbab y se relaciona con personas que comparte su misma cultura y hace redes sociales de apoyo en la Comunidad de Madrid.
Siempre estuvo claro que en España iba a estar mejor. Se siente pleno y su cara dibuja una tranquilidad a pesar de las dificultades a las que se ha enfrentado.
“Me encanta España. Cuando voy por las calles de Madrid y los chicos se besan, me emociono. A mi chico le echo de menos. Todos los días hablo con él y espero verle de nuevo. Ahora mismo estudio hostelería y tengo el reto de constituir un restaurante. También quiero ser padre”.
Ángel recibe asesoría con el equipo de profesionales de Kifkif y la relación que ha establecido con nuevas personas, le ha permitido ampliar sus redes de apoyo. Esto demuestra que junto a la entidad, las personas tienen cada vez más la capacidad de integrarse en la sociedad que le acoge.
> Israel Pedroza, área de comunicación de Kifkif