El Papa Francisco ha dado un paso histórico al autorizar la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo, siempre que no se confundan con el sacramento del matrimonio. Así lo ha expresado en una carta dirigida a cinco cardenales conservadores que le habían planteado sus dudas sobre este tema. La Iglesia aclara que esta medida no implica un cambio en la doctrina, sino una muestra de caridad pastoral hacia todas las personas, independientemente de su orientación sexual.
Así lo ha explicado Ceferino de las Heras, párroco de la Iglesia San Juan Bautista de Cáceres, quien ha destacado que se trata de “acompañar” a las parejas homosexuales y no de “juzgarlas” o “excluirlas”. En la misma línea se ha manifestado el Arzobispo de la Diócesis de Mérida-Badajoz, José Rodríguez Carballo, quien ha afirmado que hay “pasos que hay que dar” para renovar la Iglesia y adaptarla a los tiempos actuales.
La decisión del Papa Francisco ha sido recibida con alegría por la Fundación Triángulo, una organización que defiende los derechos del colectivo LGTBI. Su presidenta, Silvia Tostado, ha celebrado la noticia como un avance en el reconocimiento de la diversidad familiar y ha pedido que se siga trabajando por la igualdad y la inclusión de todas las personas.
Antecedentes históricos de la Iglesia católica con las personas LGTBI
La relación de la Iglesia católica con las personas LGTBI ha sido, en general, de rechazo y condena a lo largo de la historia. La Iglesia ha basado su postura en una interpretación literal de algunos pasajes bíblicos que consideran la homosexualidad como una abominación, una desviación o una enfermedad. Además, la Iglesia ha defendido una visión binaria y complementaria del sexo y el género, que excluye cualquier otra expresión de la identidad o la sexualidad humana.
Sin embargo, también ha habido momentos de mayor apertura y tolerancia hacia las personas LGTBI dentro de la Iglesia. Por ejemplo, en la Edad Media, algunos santos y místicos expresaron su amor por personas de su mismo sexo de forma poética o simbólica, sin ser perseguidos por ello. También hubo casos de personas trans que fueron aceptadas por la Iglesia, como la beata Juana de Arco, que vistió y luchó como un hombre, o el papa Juan VIII, que según la leyenda era una mujer que se hizo pasar por hombre para acceder al papado.
En los últimos años, el papa Francisco ha mostrado una actitud más compasiva y dialogante con las personas LGTBI, al afirmar que “quien soy yo para juzgar” a los homosexuales que buscan a Dios, o al apoyar las uniones civiles entre personas del mismo sexo como una forma de proteger sus derechos. Sin embargo, estas declaraciones no han supuesto un cambio oficial en la doctrina de la Iglesia, que sigue considerando que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados” y que las personas trans “niegan la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y la mujer”.