Hace 44 años, el 10 de enero de 1980, se formó oficialmente en San Francisco una de las organizaciones más originales y provocadoras del movimiento LGTBI: las Hermanas de la Perpetua Indulgencia. Se trata de una “orden religiosa” compuesta por hombres homosexuales que se visten como monjas y utilizan el humor, el arte y la protesta para llamar la atención sobre la intolerancia sexual y satirizar los problemas de género y moralidad.

Las Hermanas nacieron en 1979, cuando un pequeño grupo de hombres gay del barrio de Castro empezó a usar el atuendo de las monjas en situaciones visibles, como una forma de teatro callejero y de campamento. El campamento es un estilo estético y cultural que se caracteriza por la exageración, la ironía y la subversión de los códigos convencionales. Con sus hábitos, maquillajes y nombres extravagantes, las Hermanas pretendían romper con la culpa y el miedo que la sociedad heteronormativa imponía a las personas LGTBI.

Su lema era “Renuncia a la culpa”, y su misión era “difundir la alegría universal y expiar la culpa estúpida”. Pronto se convirtieron en activistas y educadoras de la comunidad, especialmente durante la crisis del sida, cuando promovieron el sexo seguro y el cuidado mutuo. También se involucraron en causas sociales como los derechos humanos, la paz, el medio ambiente y la justicia. A lo largo de los años, las Hermanas han organizado eventos benéficos, manifestaciones, fiestas, rituales y performances, siempre con un toque de irreverencia y diversión.

Las Hermanas de la Perpetua Indulgencia se expandieron por todo el mundo, creando capítulos en diferentes países y ciudades. Actualmente hay más de 80 casas de Hermanas en Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Colombia, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Francia, Alemania, España, Italia, Suiza, Bélgica, Países Bajos, Suecia y Uruguay. Cada casa tiene su propia identidad y autonomía, pero todas comparten los mismos valores y objetivos.

Las Hermanas han sido objeto de admiración y de crítica, tanto dentro como fuera de la comunidad LGTBI. Algunas personas las han acusado de blasfemia, de burlarse de la religión y de ofender a los creyentes. Otras las han defendido como una forma de expresión artística y política, de reivindicación de la diversidad y de resistencia al poder. Lo que está claro es que las Hermanas no dejan indiferente a nadie, y que han contribuido a la historia y a la cultura LGTBI con su valentía, su creatividad y su generosidad.

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TránsitoCultura QueerNuestra Historia LGTBI: Las Hermanas de la Perpetua Indulgencia, una orden religiosa gay que desafió la culpa y el prejuicio