Zora Neale Hurston nació el 7 de enero de 1891 en Notasulga, Alabama, en el seno de una familia afroamericana. Su padre era predicador y su madre maestra, y ambos le inculcaron el amor por la cultura y la educación. A los 13 años, tras la muerte de su madre, Zora se marchó de casa y empezó a trabajar como sirvienta, camarera y manicurista. Aprovechaba cualquier oportunidad para leer y escribir, y se inventaba su edad para poder asistir a diferentes escuelas. Así, logró graduarse en el Instituto Howard y obtener una beca para estudiar en el Barnard College, donde se licenció en antropología en 1928 (Hurston, 1942).

Zora se trasladó a Nueva York, donde se convirtió en una de las figuras más destacadas del Renacimiento de Harlem, un movimiento cultural que reivindicaba la identidad y la creatividad de los afroamericanos. Allí, se relacionó con otros artistas e intelectuales, como Langston Hughes, Countee Cullen, Alain Locke o Wallace Thurman, con quienes compartía su pasión por la literatura, el jazz y el blues. Zora también participó en varios proyectos teatrales, como la revista Fire!!, que abordaba temas como el racismo, el sexismo y la sexualidad (Boyd, 2003).

Como antropóloga, Zora realizó numerosos viajes por el sur de Estados Unidos, el Caribe y América Central, recopilando historias, canciones, ritos y costumbres de las comunidades afrodescendientes. Su obra refleja su interés por el folclore, el lenguaje y la espiritualidad de su pueblo, así como por las experiencias de las mujeres negras en una sociedad dominada por los hombres blancos. De sus cuatro novelas y más de 50 relatos, obras de teatro y ensayos publicados, la más conocida es Su mirada seguía a Dios (1937), considerada una obra maestra de la literatura estadounidense. En ella, narra la vida de Janie Crawford, una mujer que busca su propia voz y su propia felicidad, más allá de los roles y las expectativas que le impone su entorno (Hurston, 1937).

Zora fue una mujer que rompió con los moldes de su época, tanto en lo profesional como en lo personal. Se casó y se divorció tres veces, y mantuvo relaciones con hombres y mujeres. Aunque nunca se declaró abiertamente lesbiana o bisexual, se rumoreaba que tenía una preferencia por las mujeres, y que había tenido romances con algunas de sus amigas, como la escritora Dorothy West o la cantante Ethel Waters (Hemenway, 1977). Zora defendía su derecho a vivir su sexualidad como le pareciera, sin etiquetas ni prejuicios. En una carta a su amiga Marjorie Kinnan Rawlings, escribió: “Me encanta a mí misma cuando me amo a ti y viceversa” (Hurston, 1940).

La vida de Zora no estuvo exenta de dificultades y contratiempos. A pesar de su talento y su reconocimiento, tuvo que enfrentarse al racismo, al machismo y a la pobreza. En 1948, fue acusada falsamente de abusar sexualmente de un niño, lo que dañó su reputación y su carrera. En 1959, sufrió un derrame cerebral y fue ingresada en el asilo de indigentes de St. Lucie, donde murió el 28 de enero de 1960, a los 69 años. Fue enterrada en una tumba sin nombre en el cementerio de Garden of Heavenly Rest, en Fort Pierce, Florida. Su obra cayó en el olvido hasta que, en 1973, la novelista Alice Walker y la académica Charlotte D. Hunt localizaron su tumba y le pusieron una lápida con la inscripción: “Zora Neale Hurston: A Genius of the South” (Walker, 1975).

Zora Neale Hurston fue una mujer extraordinaria, una pionera, una rebelde, una visionaria. Su legado es una fuente de inspiración para las generaciones posteriores de escritores y escritoras, especialmente para las personas negras y LGTBI. Su historia es nuestra historia, y merece ser contada y celebrada.

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TránsitoCultura QueerNuestra Historia LGTBI: Zora Neale Hurston, la voz de las mujeres negras que se atrevió a amar a quien quiso